La prisión N° 12



Sonidos van, sonidos vienen, buscó las palabras que me inspiren a hablar en lo que creo me ha acompañado toda la mayor parte de mi vida.
Esa mañana me desperté ...pero aún no amanecía, que efímera es la libertad, que tonta, otro concepto vacío que nos impone este sistema capitalista, compra tu libertad y se feliz; es en este cúmulo de pensamientos donde una persona empieza a buscar verdaderas opciones, distintas a lo que ya nos han vendido y peor aún inculcado.
Vagaba entonces en este arco iris de ideas encontrándole entonces las estridencias, las progresiones, la admiración por las figuras míticas que usaban guitarras de dos puntas, esto lleno todo de la más venerable pasión; entrando ahora en el pantano de lo inhóspito, esa trasgresión de la religión, la ética, la costumbre, el sexo, la familia, todo al fango, fango!. A veces estar en un sitio tan macabro, tan pútrido tiene su toque de belleza y creí que nada podría sacarme de lo que era para mí, un paradisiaco lugar.
Una de las tantas noches de satánico éxtasis me revolcaba de la manera más animal posible, como buscando algo cada vez más extremo que llenará mi ser, no se porque, pero levante la cabeza y vi ese funeral eléctrico en un día de Sabbat, creo que eso supero todas mis expectativas, me uní a esa macabra caravana, planetas se abrieron a mis ojos, no sabría yo lo que me esperaba.
Seguí en el Sabbat eterno, era negro, oscuro, lúgubre pero de a poco todo se volvió de nuevo de colores, a veces púrpura profundo, a veces de todos los tonos posibles en los que se puede descomponer la luz, todos me llenaban y pensé que era una buena manera de pasar por la cotidianidad que me atrapaba aún más sin siquiera darme cuenta.
El hombre es desprecio porque nada lo satisface, todo debe mejorar a lo anterior, una fuente infinita de placer no existe; en efecto soy de esta catastrófica raza de seres y de a poco me acostumbre a los colores eternos a los miles de matices, el tedio se apoderó de mí, tenía que tomar una decisión más tajante, sin contar que realmente estaba absorbido por el maldito día a día, que no conoce de arte ni de expresiones poéticas.
¿Que hacer entonces? A veces las soluciones más obvias son las mejores; muy sencillo, si tanto había viajado por los distintos tonos de aquellas ideas, tenía ahora que conseguir una máquina que realizará los mismos tonos y la conseguí, fue algo fácil realmente, pero...era algo tan inerte, no producía nada, no hacía nada en absoluto y activarla era supremamente difícil, maldije mi destino y mi falta de talento.
Una mañana, salí en mi bicicleta, pero moría por una cerveza, ya en la tarde pase a uno de esos sitios donde lo convencional se reta, estaba allí un presidiario, su aspecto viejo, cansado, sin dinero, barba tupida, ojos adormecidos y un tambor con cuerdas que estremecían, parecía una máquina de arco iris y en efecto, lo era; por lo cual me senté a ver cómo la manejaba ya que estaba enseñando a usarla.
- Enseñame- le dije
- Que quieres saber?
- Todo lo que requiera para dar a mi máquina los tonos que me liberen de el tedio matutino
- La verdad debes saber que 12 es el número que te dará tu destino, llevo siendo libre en esta prisión el doble de lo que tu llevas vivo
- Me aburro fácilmente, en una prisión aún más.
- No, esta es una prisión distinta, son 12 tiempos, sólo necesitas 3 colores y aplicarlos en el momento precisó, luego puedes aumentar o disminuir la velocidad en que los aplicas, así tendrás tonos nuevos, incluso podrás crear colores que nunca has visto, pero siempre preferirás el 'azul' que es el que le da ese tono de tristeza y melancolía.
- De donde sacas eso que dices?
- Esto viene de un pasado muy lejano, distante, nos evoca la lucha, la resistencia, el verdadero escapar de una realidad muy fuerte que tuvieron que vivir otros a los que el algodón nunca les fue un suave alivió; ellos al igual que yo encontraban su refugio en esta cárcel No 12, allí podían dar rienda suelta a si tristeza, a su terrible realidad, su podrido entorno y a través de estas simples formulas convertir todo esto en algo bello, en arte.
Al escuchar atento las palabras del presidiario veía como su máquina se activaba de las maneras que el decía, todos sus tonos eran increíbles, todos curiosamente estaban alimentados de lágrimas, muchas de ellas eran de tierras lejanas, otras tantas de realidades más cercanas a mi entorno, pero igualmente trágicas, además tenia la capacidad de viajar en el tiempo, uno de mis mayores fetiches, en especial el pasado .
El viaje en mi bicicleta fue más pesado de lo normal, la ciudad se me hizo muy densa, los pedalazos eran los sentía largos y las colinas se tornaban de un acentuado magnetismo que no me dejaba subirlas con la facilidad que ya había adquirido antes, tenía la premura de llegar a ver si mi máquina serviría con la estructura que me habían enseñado, la mía era tan distinta...empezando no tenía cuerdas, no tenía nada para golpear, sólo eran escalones unos blancos, otros negros, pero nada más, no sabría que esperar.
Al llegar la active, empecé por lo básico, los tres colores iniciales que se me indicaron, no creía que fuese a funcionar, tan pronto comencé, el cuarto se volvió de colores, se desprendían miles de sensaciones, mis dedos rebosaban, danzaban; los años 20's se descubrieron ante mi, los recuerdos de mi perdida melancolía, fue como recordar mi primer amor, ese que en una noche de verano me juro amor eterno en la inocencia de una juventud ya perdida .
Al día siguiente abandone mi empleo de las tardes, poco he vuelto a salir, mi celda no está muy limpia, ya que sólo pienso en realizar cada vez más colores, soy ahora un presidiario, un nuevo residente de una de las cárceles más antiguas de todos los tiempos, pero en la que mas se encuentra libertad, el blues.


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